Las Iglesias de Bollullos. Entre el barroco y el modernismo.

Iglesia de Santiago Apóstol.
Se puede fechar su periodo de construcción desde el siglo XV al XVIII. Su origen es mudéjar, pero su fachada es barroca. Los autores fueron Antonio Matías de Figueroa y Pedro de Silva. Cuenta con una nueva cubierta de Álvarez Checa y Carlos Bolaños, de 1995.
Presenta planta basilical de tres naves, bajo cubierta mudéjar de madera, sobre arcos de medio punto, que descansan sobre pilares cruciformes, a la que se adosa una nave con capillas. Encontramos portadas del siglo XVIII a los pies y lado de la Epístola
Su origen es mudéjar, pero tras el terremoto de Lisboa de 1755, se acometen las obras de restauración y ampliación hacia los pies, torre, capilla bautismal y fachada principal, obra de Antonio Figueroa. En 1778, Pedro de Silva labra el porche de la fachada principal.

Iglesia de Maria Auxiliadora.
Se encuentra en la calle a la que le da nombre, es una obra del siglo XX, del autor Jesús Gómez Millán. El edificio es de una sola nave con paramentos de ladrillo visto y testero frontal cóncavo, en ángulo obtuso. El perfil de la cubierta está en forma de dientes de sierra. Está precedida de un atrio, que comunica lateralmente por la izquierda con la sacristía y por la derecha con el despacho parroquial.

A los pies, junto al cancel de entrada, se sitúa la capilla del bautismo, y, sobre ambos espacios, la tribuna del coro. Preside el presbiterio, sobre una pantalla de madera en su color, un Cristo Crucificado (1,95m.), Cristo del Amor, de tres clavos y cruz plana, realizado en pasta por José Lemus García en 1967, en una escultura de planos lisos y volúmenes simplificados. A su lado, una inscripción en hierro dice: “así amó Dios al mundo”. A la derecha una imagen de San José con el Niño, obra de serie. Al centro, la imagen titular de la parroquia, María auxiliadora (1,68m.) de Joaquín Moreno Daza, tallada en madera y policromada el mismo año 1967. en el costado del Evangelio existe un interesante Vía Crucis (0,74 x 9 m.) firmado por José Lemus, labrado en 1967 en piedra artificial blanca, con la misma estética de planos lisos y perfiles artísticos que el Cristo. Las escenas se desarrollan sin solución de continuidad a lo largo de nueve metros de medios relieves.