El terremoto de Lisboa de 1755 y sus consecuencias en Bollullos.

Era la mañana del día de todos los Santos del año de 1755 y en la villa de Bollullos Par del Condado, uno de los señoríos del Duque de Medina Sidonia, amanecía uno de los días más tensos que la historia recuerda. Esta villa de apenas 500 vecinos, se vería sorprendida por un ataque desde el centro de la tierra, sin avisar, sin anunciar su llegada. A eso de las diez de la mañana un estruendo ensordecedor pondría en peligro la vida de sus vecinos.
La situación del caserío, con apenas trescientas casas, la mayor parte de ellas en mal estado de construcción, hacía que los estragos pudieran ser mayores. Aquellas viejas casas construidas con tierra y cal, con pocos ladrillos y con techumbre, en la mayor parte de los casos, de ramas y juncos, no poseían la solidez suficiente como para soportar el movimiento sísmico que le tocó sufrir. Algunos creyeron que había llegado el fin del mundo, buscaron explicación en este fenómeno como si de algo maligno se tratara y vieron en él un castigo de Dios a estos maltrechos habitantes.
Los sucesos en esta población fueron descritos por D. Francisco Ruiz Jurado, encargado en esta villa de la administración del Duque, una narración pormenorizada de las consecuencias del movimiento sísmico. Ya el día del terremoto, hacia las diez de la mañana, los movimientos de la tierra iban de abajo arriba y con vaivenes de un lado hacia otro de los edificios. En su duración se tocaron desordenadamente las campanas. En cuanto a la intensidad, no fue igual porque al principio se sintió lento y después aumentó su fuerza y aplacada ésta, volvió a sentirse haciendo alguna parada. Por tres veces se repitió este movimiento haciendo una pausa entre ellos de unos dos minutos, para finalmente aplacarse, si bien, hacia la 1 del mediodía se escuchó por dos veces un estruendo subterráneo y aunque los vecinos volvieron a salir de sus maltrechas casas, esta vez sólo se apreció un leve movimiento. Se observó también que en la fuente que llaman de Los Caños y que es de la que mayormente se proveen los habitantes de esta villa, paró su curso por un rato y algunos pozos derramaron sus aguas. Los efectos en los edificios se notaron enormemente, ya que la Iglesia de Santiago sufrió graves consecuencias. La fachada principal se quebró y la torre se resquebrajó, por lo que hubo de ser reparada años más tarde por el peligro que suponía para la población. Muchas casas y edificios resultaron perjudicados y en ruinas, teniendo que ser demolidas posteriormente por el peligro que esto representaba. El Convento de Morañina, de la Orden III de Nuestro Padre San Francisco, extramuros de esta villa, se cuarteó por varias partes. Días más tarde se repitieron los temblores de la tierra. La conclusión a que se llegó es que el terremoto fue causado por la terrible sequía que en aquellos tiempos asolaba esta región. Durante muchos años se siguieron observando secuelas de este terremoto, entre las que están las emigraciones a otros pueblos y ciudades, las malas cosechas de los años siguientes al terremoto, la subida del precio del grano, etc, unas condiciones económicas que agravaban el ya de por sí maltrecho estado en que se encontraban los habitantes de esta villa, sólo la resignación y la búsqueda de nuevos caminos llenos de trabajo, fue lo único que ilusionó al bollullero del siglo XVIII.
Extracto de un texto de Francisco Javier Diáñez, publicado en la Revista anual Fiestas de septiembre, 1999.